No hay mejor medida para medir la potencialidad humana que los deportes. El deporte, como actividad física es una actividad individual o colectiva que se enmarca en el juego, en lo lúdico, pero también en el aprendizaje y lo pedagógico, pues nos ayuda a mejorar nuestro físico, pero también a crear valores, conciencia, política, y como no, medir el pulso de nuestras sociedades actuales. Ya lo decía Margaret Mead, “Si queremos lograr una cultura más rica, rica en valores de contrastes, debemos reconocer toda la gama de las potencialidades humanas, y por lo tanto tejer una sociedad menos arbitraria, una en la que la diversidad del regalo humano, encuentre un lugar adecuado”.
Aunque el futbol ejercitado por mujeres tiene ya una larga historia, que seguramente se remonta a los propios orígenes del deporte, la participación en competiciones internacionales y mundiales se remonta a finales del siglo pasado. La profesionalización ha sido siempre eminentemente masculina y con un marcado carácter heteropatriarcal, que ha asignado el deporte del futbol a los hombres. Esta asignación de géneros en los deportes es un dilema permanente en nuestras sociedades, donde jugar determinados deportes está bien o mal visto por atribuciones de masculinidad o feminidad.
El futbol femenino está teniendo mucha repercusión en los últimos meses en el mundo de los deportes, no solo porque va cobrando más y más interés y seguidores en el mundo, sino porque ha podido desmantelar estereotipos machistas y patriarcales que no habían sido cuestionados hasta ahora de una forma tan clara. El IX Mundial femenino desarrollado este año en Australia y Nueva Zelanda acogieron 32 selecciones diferentes procedentes de diferentes confederaciones regionales que conforman la FIFA y que compitieron en 8 grupos por la copa del mundo.
Para entender la participación de las diferentes selecciones, habría que partir de una cuestión relevante que afecta al futbol masculino y femenino y es la predominancia europea, tres de las cuatro semifinales fueron de selecciones de estos países, frente a 3 países sudamericanos o 4 africanos. Asimismo, la financiación del futbol masculino mundial tiene mucho que ver con intereses económicos que mueven fichajes mediáticos y meteóricos que acaban siendo financiados y desarrollados por países árabes. El machismo imperante en nuestra sociedad y especialmente en las instituciones que financian este deporte, podrían retrasar el auge que corresponde al futbol femenino, con una brecha salarial descarnada entre hombres y mujeres, pero lo que ha quedado patente en este último mundial es que las cosas están cambiando y tienen que cambiar aún más.
El malestar de decenas de jugadoras de futbol españolas era patente y sonante, así como los intentos de frenarlo, doce de las quince que se quejaron no volvieron a ser llamadas a la selección. Durante el mundial siguieron las quejas y las presiones que acaban por saltar por los aires con la incontrolada efusividad del presidente de la RFEF, que se agarra sus genitales públicamente en una manifestación propia de los primates para mostrar su triunfo y que en la entrega de medallas besa en la boca a una de las jugadoras. Tras meses de polémica, el presidente de la Federación dimite momentos antes de ser acusado oficialmente de agresión sexual, tras dar un beso sin consentimiento a Jennifer Hermoso.
Esto del consentimiento, que ha sido legislado de manera revolucionaria en la ya conocida y polémica “Ley del sí es sí”, viene a legislar sobre el papel que tenemos los humanos en las relaciones sexuales, haciendo patente y objetivo lo que ha sido subjetivo y atribuido ancestralmente a cada uno de los géneros, especialmente a las mujeres y a su consentimiento o no en las manifestaciones y relaciones sociales y sexuales. En esta sociedad polarizada que nos hace posicionarnos en los extremos de cada disputa o cuestionamiento social, el futbol femenino nos ha traído, además de gloria futbolística y excelente desempeño deportivo, un debate sobre la posición de la mujer en el deporte y en la sociedad. Un resquebrajamiento de una sociedad que anda dividida entre cuestionamientos sexistas y el mantenimiento de un orden heteropatriarcal, tan bien representado en el futbol profesional masculino.
La selección femenina de futbol de Brasil ha participado en todos los mundiales de futbol femenino, pero nunca pudo ganar ninguno. Brasil salió del último campeonato con solo cuatro puntos, tercero en el grupo F, por detrás de la modesta Jamaica y de Francia. Este fracaso se sumó a la decepción de los Juegos Olímpicos, en 2021, cuando Brasil fue eliminada en los cuartos de final. Es la mejor selección de Sudamérica, siendo campeona de 8 de las 9 ediciones de la Copa América Femenina, solo perdiendo en el 2006. En los juegos olímpicos hizo también grandes campañas, obteniendo dos medallas de plata en 2004 y 2008, perdiendo las dos finales ante Estados Unidos.
Con jugadoras emblemáticas como Marta Vieira (Alagoas, 1986) que lideró a Brasil en su sexto Mundial como única superviviente del legendario tridente que formó junto a Cristiane Rozeira (São Paulo, 1985) y Formiga (Salvador de Bahía, 1978), todas ellas parte de la Verdeamarela subcampeona del mundo en 2007. Recién renovada con Orlando Pride hasta 2024, la seis veces mejor jugadora del mundo intentó seguir haciendo historia en Australia y Nueva Zelanda. Jugadoras brasileñas como Ludmila da Silva (São Paulo, 1994), delantera del Atlético de Madrid que, aunque lesionada para ir al Mundial, percibe claramente que las cosas deben de cambiar “hay que mejorar los campos, pagar bien a las chicas, que las hay que cobran muy poco, y las primas por ganar los campeonatos”, afirmó Ludmila en un acto con VISA en Callao, en julio de este año, donde también ponía de manifiesto los mensajes de odio que reciben cada día las futbolistas en redes sociales. Lástima que las abundantes lesiones de las jugadoras tuvieran como contratiempo la eliminación de la selección brasileña en la primera fase.
Las cosas están cambiando, y si ocasionan polémica y cuestionamientos es porque avanzamos hacia sociedades más igualitarias, que poco a poco incorporarán los cambios necesarios hacia los que tendemos. El patriarcado se ha ocupado de disciplinarnos en cuestiones como el deporte, las profesiones, las asignaciones y atribuciones de género y las propias relaciones sexuales, siempre a favor de lo masculino. Pero de igual forma se van produciendo pequeños cambios que de forma más o menos visible nos conducen hacia sociedades y deportes más inclusivas e igualitarias y a perseguir sueños y ganar batallas desde lo femenino, aunque sea “a tiros”, a través del futbol.
Miguel Ángel del Olmo Morales. Doctor en Antropología social y cultural