De símbolos a palimpsestos paisajísticos.

José Antonio Hoyuela Jayo
Doctor Arquitecto, miembro de ICOMOS
Consultor de UNESCO para los
paisajes cariocas de 2017 a 2020

“Existe una tradición católica, nacida en la época medieval, que siempre busca construir un hito eclesiástico en el punto más alto de la ciudad. Es una forma de hacer ver a todos los que viven allí que el catolicismo está presente. Con Río, no fue diferente” (Paulo Reis, 2021).
El monumento de culto religioso, entendido como símbolo y manifiesto de la identidad, de ideologías o del espíritu de los pueblos, no es una invención moderna. Ya en la Edad Media los símbolos católicos, en grande parte estatuas de Cristo o la Virgen, o las estatuas de buda, de líderes políticos o sociales, se colocaban en puntos destacados de las poblaciones para reforzar ideas, recordar eventos históricos o difundir principios e ideologías.

Tradición
El culto a toros y terneros era común a muchas culturas de la Antigüedad, desde Antiguo Egipto, con el culto rendido a Apis, hasta el becerro de oro. Conectan al Dios de Israel con una deidad bovina, mediante un proceso de asimilación o sincretismo religioso, que busca respuestas a una crisis existencial.
Figura 1. El Becerro de Oro. Fuente: Schedelsche Weltchronik or Nuremberg Chronicle.
El capítulo del becerro de oro explica como en muchas ocasiones la búsqueda de símbolos, religiosos, espirituales, o incluso políticos, nace como respuesta a una crisis profunda, ante la impotencia e impaciencia del pueblo por resolverla, una forma de poner en comunicación la sociedad con una divinidad y con el más allá.
La celebración y veneración del Sagrado Corazón de Jesús, y por extensión de la figura de Cristo (“el esplendor de su gloria y figura de su substancia”, Hebreos 1:3), comienza a manifestarse como una urgencia y una prioridad para la cristiandad ya desde la liberación de la religión católica en el edicto de Milán, en Santo Ambrosio, en 313 d.C., y otros padres de la Iglesia como San Jerónimo de Estildon, San Agustín de Hipona, o San Gregorio Magno, entre otros. Se ampliará con las órdenes monásticas a través de San Bernardo de Claraval, Santa Matilde de Hackeborn y Santa Gertrudis de Helfta (benedictinos, cistercienses y cartujos).
En la Edad Media serán las órdenes mendicantes de trinitarios, franciscanos, dominicos, mercedarios, carmelitas o agustinos (Santo Domingo de Guzmán o San Francisco de Asís), con sus especiales aportaciones, o los devotos como San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino, Santa Catalina de Siena o la beata Ángela de Foligno.
Después del Concilio de Trento (1545-1564), San Francisco de Sales (1567-1622) y San Juan Eudes (1601-1680), abrirán una renovación espiritual, llegando a crear el primer oficio litúrgico en honor del Sagrado Corazón de Jesús que ayudaron a difundir este culto. Se activa aún más con las apariciones y visiones de Santa Margarita María Alacoque (1617-1690) a partir de 1675, en el monasterio de la Visitación de Paray-le-Moninal. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se extenderá por Francia con la Compañía de Jesús y el apoyo de figuras como el jesuita San Claudio de Colmbiére.
Grandes monumentos del mundo
Desde finales del siglo XIX, otros monumentos católicos, judíos, budistas y musulmanes, de carácter religioso, político o espiritual, se fueron instalado en varias ciudades y lugares de todo el planeta. Como iconos cargados de múltiples lecturas y valores, estas construcciones eran levantadas con múltiples y variadas intenciones, y eran financiadas con colectas públicas a través de procesos de captación colectiva de fondos. Hoy se han transformado en paisajes culturales que integran esas ricas y variadas dimensiones culturales y naturales (De Moura Delphim, Paisagem cultural e patrimônio natural: conceito e aplicabilidade, 2009), haciendo de estos lugares verdaderos palimpsestos paisajísticos, hojas que nos hablan de los tiempos geológicos hasta los momentos más contemporáneos más acelerados del sol y del reloj.

Figura 2. Monumentos escultóricos más relevantes del siglo XX e inicios del siglo XXI, por tipos de figura representada y año de construcción.
Sierras, montañas o colinas, bosques, puertos o acantilados, peñascos o páramos, terrazas fluviales o marítimas, espacios sagrados o sensibles, convirtieron así en iconos y banderas estas construcciones y paisajes que nos trasmiten valores, historias y memorias, sensaciones y percepciones. Se construyeron de esta forma numerosos símbolos urbanos, primero religiosos, pero hoy convertidos en verdaderos palimpsestos paisajísticos. En un repaso global hemos reconocido más de 50 monumentos que consideramos representativos y relevantes en relación a estas características en todo el mundo, distribuidos en más de 30 países y otros 30 monumentos de similares características, aunque de menor escala en Brasil.
Algunas propuestas conservan y difunden las huellas de los valores culturales y naturales de los lugares en los que se insertan. Así, el Coloso de Rodas, escultura de Helios, dios griego del sol, protegía la entrada del puerto de Alejandría y servía de faro navegantes. El Buda Vairocana del Templo de Primavera, en el paisaje protegido de Fodushan, se ha convertido en un lugar de peregrinación religiosa y espiritual, el monumento más alto del mundo. En la Costa de Arecibe, Puerto Rico, el monumento al “Nacimiento del mundo”, se eleva 110 metros al borde del mar, como un faro. Las esculturas de los presidentes George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln en el Monte Rushmore, representan la historia de los Estados Unidos, ensalzando las figuras políticas más relevantes. … siempre buscando la simbiosis entre el paisaje y el significado que nos trasmite el monumento.
La construcción y posterior inauguración de estos grandes monumentos va a coincidir con el auge de las devociones cristianas y budistas, las celebraciones políticas o históricas que refuerzan la identidad de los pueblos, p.e. en 1917 la Revolución Rusa y el arte constructiva, y que se desarrollaron a través de todo el siglo XX. Tradiciones religiosas, políticas, sociales y culturales, heredadas de los antepasados, y que contribuyeron a la construcción de las narrativas patrimoniales de lugares o pueblos, como Pedro el Grande, los emperadores Yan y Huang, o los presidentes de los estados unidos. La religión y la espiritualidad son una parte importante de la identidad de muchas comunidades y familias.
Estas devociones a menudo ofrecen consuelo y esperanza en tiempos de dificultad. Las imágenes y las representaciones de Cristo como Rey, Redentor o con el Sagrado Corazón pueden brindar consuelo a aquellos que enfrentan desafíos personales, familiares o sociales. Para muchos creyentes, estas devociones están vinculadas a los valores y principios morales que promueven el amor, la compasión, la justicia y la redención. En un mundo que enfrenta desafíos éticos y sociales, estas devociones pueden inspirar a las personas a actuar de manera más solidaria y altruista.

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