DESAFÍOS ACTUALES DE LA MIGRACIÓN EN ESPAÑA Y EUROPA

En nuestra sociedad contemporánea, la migración ha emergido como un tema central que
refleja la complejidad de la sociedad y su capacidad de adaptación, necesitamos explorar los
desafíos actuales relacionados con la migración en España y Europa, examinando tanto las
dinámicas internas como externas que han influido en el panorama migratorio del país y el
continente.
La globalización, los conflictos geopolíticos y los cambios climáticos han contribuido a un
aumento significativo en los flujos migratorios a nivel mundial. España, como parte integral de
la Unión Europea, no es inmune a estos fenómenos, y ha experimentado una serie de
transformaciones en su estructura demográfica y cultural. Ahora bien, la forma en que se
articulan las políticas migratorias afecta a las vidas de miles de personas que buscan un futuro
mejor en nuestros países y que solo encuentran sufrimiento y carencia de derechos en todo el
proceso migratorio hasta alcanzar niveles mínimos de integración.
No me gustaría centrarme en analizar las causas actuales de las migraciones porque son las
mismas que mueven a todos los seres humanos desde hace millones de años: la falta de
recursos a nuestro alrededor y la imperante necesidad de tener una vida mejor para nosotros
y nuestra prole. Esta impronta genética unida a la poderosa erótica derrochante que la
sociedad capitalista siembra en cada rincón de la humanidad, hace que cada momento, en el
lugar más apartado del mundo, nazca un nuevo sueño migratorio que cumplir. De hecho, las
migraciones entre países empobrecidos son las más numerosas y principales migraciones
existentes en el mundo, pero las que más preocupan son las que se producen hacia los países
más desarrollados.
Las imágenes de pateras y personas desesperadas buscando refugio en Europa y en nuestras
costas cercanas sirven para llamar la atención tanto a nivel nacional como internacional de un
fenómeno que es irrefrenable por inútiles políticas mundiales que intentan frenar instintos tan
humanos como son los flujos migratorios. Estas imágenes deberían inspirar, y así lo hacen con
parte de la población, un poco de solidaridad y respeto ante las atrocidades que pasan estos
congéneres en sus intentos de cruzar fronteras, mares, desiertos y continentes.
Sin embargo, lo que parece que generan estas noticias es un efecto inverso en parte de la
sociedad, que tan retrógrada como la concepción de los estados, observa estos flujos
migratorios como una amenaza, como un desafío a su bienestar y el de los suyos. La seguridad
del estado, que tan ridículamente permanece en fronteras imaginarias que separan el
bienestar de la pobreza, se ven soslayadas por pequeños cayucos que atraviesan inmensidades
y mares, dejándose sus vidas y las de sus hijos en el camino. Creo que es importante describir
que estas personas pasan hacinadas en un pequeño espacio durante semanas, compartiendo
un poco de agua, un poco de comida y muchas inconveniencias como vomitar, orinar, defecar
o morir rodeado de ochenta o cien personas. Aun así, tenemos que destacar que el flujo
migratorio más importante en Europa no es el de las pateras, sino el que se produce a través
de los aeropuertos, pero es la imagen de estas, las que transfieren, ordenan y estructuran el
pánico social de la inmigración que se siembra a diario en nuestras sociedades.
Todos somos conscientes de la polarización tan enorme que hay en la política y el uso del
miedo en la información es clave para justificar el auge de la extrema derecha que poco a poco
aumenta su presencia en las instituciones, tratando de sembrar el odio y el pánico entre la

población migrante con firmes amenazas de cercenar las ya menguantes políticas sociales
destinadas a hacer un poco mejor sus vidas. Esta polarización fascista se centra en tergiversar
las bondades de las migraciones en nuestros países, que mucho tienen que ver con el
abandono de nuestra España vaciada y la necesidad de mano de obra agrícola, con el
mantenimiento de la economía sumergida, con los cuidados de nuestros mayores y menores y
con una sociedad cada vez más envejecida que amenaza el sistema de pensiones y de
seguridad social y el impacto económico que esto tendrá en nuestras economías.
Sin embargo, los mensajes hacia la sociedad sobre la población migrante son mensajes de
odio, fundamentados en estereotipos, cada vez más vinculados a islamofobia y delincuencia, y
con un empeño especial en el recorte de derechos humanos y fundamentales de la población
de origen extranjero, que vienen a exponer a más vulnerabilidad, si cabe, a estas personas. En
una sociedad tan líquida, donde hay tanta desinformación y fake news organizada, cala muy
deprisa el mensaje del miedo, de la amenaza migrante, la xenofobia se justifica en valores de
procedencia y de distribución de renta: primero los de aquí, como si esto no fuera así, y el odio
al extranjero se alimenta en pequeñas acciones diarias que nos alejan de la necesaria
humanización y la solidaridad con el otro.
Los españoles y europeos no abogan abiertamente por un racismo biológico, que sostiene que
las diferencias entre los grupos humanos, particularmente aquellas que se perciben como
racialmente distintas, son innatas y están determinadas por factores biológicos (modelo más
norteamericano) sino que se acerca más a una sociedad que aboga por la xenofobia, que se
define como el miedo, aversión hostilidad e incluso violencia hacia personas de otros países y
culturas. La xenofobia tiene diversas formas, incluyendo múltiples discriminaciones, trato
desigual en los servicios públicos, actos violentos, discursos de odio y exclusiones sociales.
Combatir la xenofobia implica promover la comprensión, la tolerancia y la diversidad cultural.
La educación, el diálogo intercultural y las políticas inclusivas son herramientas clave en la
lucha contra la xenofobia. También es importante destacar que la xenofobia puede tener
consecuencias negativas no solo para las personas directamente afectadas, sino también para
la cohesión social y el desarrollo de comunidades y sociedades en general, como en la
actualidad estamos viendo.
Desde la antropología podemos aportar una visión integradora que facilite la cohesión
necesaria que precisan nuestras sociedades. Abogar por la diversidad cultural debe ser un
rasgo distintivo de la Europa y la España contemporánea, enriqueciendo la sociedad, pero
también planteando desafíos en términos de integración. Los derechos humanos no pueden
ser negociables en términos de origen y procedencia o cultura, especialmente cuando todos y
cada uno de los seres humanos de este mundo procedemos del mismo lugar (África) y en algún
momento de la historia, gracias a nuestros ancestros, nos distribuimos por todos los territorios
del planeta a través de los flujos migratorios.


Es importante destacar que las migraciones de un futuro próximo estarán relacionadas
directamente con el cambio climático y seguirán siendo observadas como un fenómeno
complejo y multifacético, influido por factores sociales, económicos y políticos, además de los
impactos directos del clima. La comprensión y abordaje de estas migraciones requieren
enfoques integrales que incluyan medidas para la mitigación del cambio climático, la
adaptación de las comunidades afectadas y la gestión adecuada de los movimientos
poblacionales. Quizás los que hoy cuestionan y dificultan los movimientos migratorios de la
humanidad se vean embarcados en un futuro próximo en estos flujos, buscando espacios
donde poder sobrevivir y mejorar sus vidas. Facilitar las políticas migratorias y centrarnos en la

universalización de los derechos humanos puede ayudar a tomar conciencia de algo tan
natural como las migraciones en la esencia del ser humano. La capacidad de abordar la
migración de manera integral y compasiva será fundamental para forjar un futuro donde la
diversidad sea un activo y la convivencia sea la norma. En este contexto, España y Europa se
encuentran en una encrucijada, enfrentando la oportunidad de liderar no solo en términos
económicos, sino también en la construcción de una sociedad diversa, inclusiva y solidaria. Hay
días que parece que perdemos esta batalla, pero no podemos olvidar que, en este campo,
todos tenemos una responsabilidad individual y colectiva con todos los seres humanos que
habitamos este planeta.

Miguel Ángel del Olmo Morales. Doctor en Antropología social y cultural

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